La huella del Gran Gato es imborrable



A los campos de entrenamiento de la temporada 2005, Andrés José Padovani Galarraga llegaba al complejo de los Mets de Nueva York con 43 años y nueve meses de edad; su principal respaldo era una dilatada y respetada trayectoria en el mejor béisbol del mundo.

En esa primavera, entre las cejas del Gran Gato se encontraba un objetivo, una ambición profesional que llevaba consigo desde la campaña del 2001, acumular 400 batazos de cuatro esquinas en el Big Show.



Con la finalidad de alcanzar ese objetivo, una vez concluida la temporada del 2000 Galarraga tomó una decisión que para muchos estaba revestida de lógica, aceptar la oferta presentada por los Rangers de Texas y mudarse a la Liga Americana. Después de todo el Joven Circuito, la gran mayoría de las veces, se ha diferenciado de la Liga Nacional por presentar mayor producción ofensiva, influenciada por la presencia del bateador designado, y este era el rol que en Arlington estimaron adecuado para un jugador de la edad de Galarraga.

Al momento de iniciar el calendario de juegos del 2001, los reflejos del Gato venezolano no pudieron eludir algo que parecía postergado, que daba la impresión quizás no pudiese ocurrirle a él, pero que es algo por lo que todo atleta debe pasar, el declive de las condiciones físicas.

En el ámbito peloteril, la evidencia empírica apunta a que la mayoría de los practicantes de esta disciplina a partir de los 35 años comienzan a experimentar el descenso de sus condiciones. Para Galarraga esa realidad quedó ratificada dos meses y medio antes de su cumpleaños número 40.

Curiosamente, 40 era la cantidad de cuadrangulares que en ese momento requería para arribar a la cifra de 400; sin embargo, por las razones ya explicadas, desde el primer año de este milenio el trayecto le resultó empinado.

Lamentablemente, la inquietud felina del benjamín de Francesco Padovani y Juana Galarraga, resultó en una incompatibilidad total con el papel asignado, convirtiéndose también en un factor determinante en el descenso de su producción ofensiva. En ese mismo 2001, Galarraga regresó a la Liga Nacional y aunque era evidente que las mejores vidas del Gran Gato eran cosas del pasado, se llenó de renovadas energías mostrando una mejoría en sus estadísticas bateadoras.

Al concluir esa temporada faltaban 23 cuadrangulares. Después de 2002, 14; tras el 2003 restaban dos y al bajar el telón del 2004 solo uno lo separaba de los anhelados 400.

Tanto para Andrés como para todos sus seguidores, ese uno, el otro dígito solitario del infinito universo numérico comenzó a verse realmente enorme, pues durante la temporada muerta del 2004, el mercado laboral para el caraqueño estaba contraído.

Una de las pocas llamadas recibidas, cuidado si la única, provino de un viejo conocido; se trataba de Omar Minaya, el primer latinoamericano en desempeñar funciones como gerente general de un equipo ligamayorista, el mismo ejecutivo que se encargó en el 2002 de garantizar el regreso de Andrés a los Expos de Montreal.

2005 representó un año de desafíos para Minaya. Los dueños de los Mets colocaron a su disposición enormes recursos económicos para armar un poderoso equipo que desbancara por fin a los Bravos de Atlanta, en ese sentido, Minaya se abocó a numerosas firmas, entre ellas la de Galarraga.

Bajo la figura de un contrato de ligas menores, las pupilas del Gato nuevamente tenían ante sí desafiantes retos: brillar en los campos de entrenamiento, convencer al piloto Willie Randolph, ganarse un puesto en la nómina de los Metropolitanos, lograr ese único cuadrangular restante, y por qué no, ser parte de un equipo campeón de las Grandes Ligas.

En un mundo idílico una personalidad como la de Andrés Galarraga resultaría suficiente para poder llegar o mantenerse en el máximo de los escenarios del béisbol, pero en el Big Show muchas veces eso no basta.



Cierto que el muchacho de Chapellín no acumuló estadísticas impactantes durante la pretemporada del 2005, pero considerando que se trataba de un pelotero cercano a sus 44 años, los números logrados no fueron nada despreciables, lamentablemente para Randolph eso no fue suficiente para que Galarraga entrase en su esquema.

Cuando faltaban solo siete días para iniciar la campaña de los Mets, llegó la impactante noticia: el Gran Gato de Venezuela, nuestro primer campeón de bateo, el valiente guerrero que superó duras batallas en los diamantes y fuera de ellos, tomó la decisión que sabíamos era inevitable pero que en nuestro egoísmo, generado por el amor al béisbol y la admiración esgrimida hacia él, no queríamos que llegara jamás; el 29 de marzo de 2005 Andrés Galarraga anunció la culminación de su carrera.

En el oído de las generaciones llegadas luego de su retiro, su nombre resultará desconocido para algunos; se tratará de una agradable referencia para otros que hayan escuchado o visto parte de sus hazañas en una inagotable videoteca como la de Youtube por ejemplo.


Para que esos nuevos apasionados del mundo beisbolero tengan una mejor compresión del impacto, de la grandeza de Galarraga en la expedición venezolana en las Grandes Ligas, sepan que al momento de su retiro, ninguno de los nacidos en esta tierra había conectado más cuadrangulares de por vida que él (399); en una temporada nadie había mandado la pelota a las gradas tantas veces como él (47), de su madero salió el batazo más grande conectado por criollo alguno (junio de 1997), ninguno había impulsado tantas carreras (1425), nadie ligó más dobles (444), era dueño del mejor promedio de bateo de por vida (288), solo él había logrado el título de bateo, y sólo él había jugado con más edad en el máximo nivel (43).

Sepan también los gustosos de la sebermetría que Andrés Galarraga, al cesar su actividad en las Mayores, entre los venezolanos, reflejaba el más alto WAR (31.7), el mejor OBP (347), el más elevado slugging (499). El más alto OPS (846), y el mejor OPS+ (119).

Por todas estas razones, hoy 29 de marzo, transcurridos exactos 15 años desde su retiro, con la más absoluta de las certezas decimos con propiedad que la huella del Gran Gato es imborrable en el mundo de los Bates, Guantes y Pelotas.


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